Hijos del Rayo, de Manuel Bendala

 

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BENDALA GALÁN, M., Hijos del Rayo. Los Barca y el dominio cartaginés en Hispania, Trébede Ediciones, S.L., Madrid, 2015, [372 páginas], ISBN: 978-84-940640-3-6.

Llama la atención la escasez de estudios de académico análisis científico centrados en la presencia, establecimiento e influencia de los Barca en Hispania, frente a la abrumadora oferta de publicaciones que desgranan la importancia de la conquista, expansión y creación del Imperio Romano en la península. Es cierto que conocemos, bien por las fuentes originales, bien por múltiples interpretaciones y traducciones, las acciones de los Barca, desde el desembarco de Amílcar y sus tropas en Gadir hasta la derrota de Aníbal en Zama a manos de Escipión el “Africano” (“Anibal de Cartago”, de Pedro Barceló, editada por Alianza, es una excelente aproximación a la historia de esta familia de cartagineses en Hispania, otorgándole mayor protagonismo al gran héroe militar que fue capaz de enfrentarse a todo un Imperio en su propio terreno).

Tradicionalmente, la historiografía tanto nacional como internacional ha centrado sus análisis y estudios arqueológicos en los vestigios de patrón exclusivamente romano, enfrentándolo a “lo cartaginés”, entendido esto último como lo bárbaro, en contraposición al elemento civilizador de la cultura latina y, si se quiere, helenística. En el siglo XIX surgen tendencias románticas y nacionalistas que destacan el pasado romano de Hispania como elemento integrador y unificador de la población: una historia común que une a un pueblo. En la “Historia de España” de Menéndez Pidal se glorifica a personajes como Séneca, Columela o Lucano que representan esta inmensa Hispania romana, que fusiona e integra lo latino con lo ibérico. En esta misma línea, pero por motivos diferentes hallamos también al alemán Adolf Schulten (1870-1960) que en sus tésis sobre el sustrato tartésico de la península culpa a fenicios y cartagineses de la destrucción de este mítico pueblo indígena.

Todo esto tiene en mente Manuel Bendala Galán cuando se enfrenta a la difícil tarea de buscar y reivindicar lo púnico a través de exhaustivos estudios, otorgando una nueva mirada al pasado mediante últimas técnicas y métodos de investigación. Observando los últimos hallazgos arqueológicos, numismáticos o epigráficos, este arqueólogo y catedrático de la Universidad Autónoma de Madrid ofrece nuevos datos sobre localizaciones y aporta reveladoras conclusiones que colocan a los Barca (y por extensión, los púnicos) en el lugar privilegiado que la Historia les ha venido negando.

“Hijos del Rayo. Los Barca y el dominio cartaginés en Hispania” (brq=rayo o relámpago; de ahí el apellido Barca) no es un libro más sobre la expansión y conquista púnica en la península ibérica. Esto queda demostrado en lo poco que dedica el autor a hablar de la secuencia de acontecimientos puramente históricos, que conocemos a través de la óptica de los vencedores: las crónicas de Polibio, Tito Livio o Diodoro de Sicilia. La intención de Bendala es ir más allá, acercarse a donde casi nadie ha llegado: presenta nuevas pruebas de la localización de las ciudades fundadas por los cartagineses que desmienten lo asumido hasta la fecha. Una de las grandes novedades de esta investigación es la nueva localización propuesta para Akrá Leuké, ciudad fundada por Amílcar no en Alicante como se creía hasta ahora, sino en las proximidades de Carmo (Carmona, Sevilla). A estas conclusiones llega el autor por el descubrimiento de una serie de monedas que demuestran la importancia de esta ciudad de raigambre tartésico-turdetana y más tarde, fenicia, como zona estratégica y cruce de caminos en las rutas comerciales, así como excelente territorio de riqueza minera.

Estructurado en 6 capítulos, “Hijos del Rayo” va paulatinamente desgranando la historia de los Barca desde que fueron derrotados por el Imperio Romano en la Primera Guerra Púnica (264-241 a.C.), conflicto en el que destacó Amílcar como gran militar y estratega, hasta llegar a las últimas investigaciones arqueológicas, aportando datos sobre hallazgos y excavaciones, acompañados de fotografías, mapas, monedas, figuras o reconstrucciones que complementan lo expuesto en el texto.

El Primer Capítulo lo dedica Manuel Bendala a referencias historiográficas sobre estudios púnicos (o a las escasez o sesgo de las mismas). Ayuda, por tanto, a entender el porqué de la distorsión o ausencia de investigaciones sobre estas gentes que, tras la claridad en los datos de las colonizaciones fenicias y griegas en la Península Ibérica, se pasa a la brillantez de la expansión romana, dejando en la más absoluta oscuridad la presencia y la influencia que sobre Hispania haya podido tener el sustrato cartaginés.

El Capítulo 2 está dedicado a los datos puramente históricos, a la crónica militar y política que a través de fuentes primarias como Polibio o Tito Livio han llegado de manera más que parcial, aunque exagerando las cualidades de estos héroes cartagineses para dotar de mayor lustre la victoria de los romanos. Esta pomposidad se observa en un retrato que hace Livio de Aníbal (Livio XXI, 4) donde destaca sus virtudes como general:

“Equitum peditumque idem longe primus erat; princeps in proelium ibat, ultimus conserto proemio excedebat”; “Era con mucho el primero, tanto entre los jinetes como entre los infantes; iba a la cabeza en el combate y era el último en retirarse una vez iniciado”

El capítulo se divide en 6 partes, reservando una de ellas al famoso Tratado del Ebro que Asdrúbal Barca (yerno de Amílcar) firmó con la embajada romana y que ha supuesto un verdadero quebradero de cabeza para la historiografía por no estar del todo claro a qué río se refería el texto cuando hablaba de Iber, para los griegos/ Hiberus, para los romanos. Lo que tradicionalmente se ha creído que era el Ebro (dato confuso porque está situado bastante al norte de la línea de separación de los territorios conquistados por Cartago), puede que se trate del Júcar o del Segura, que realmente marcan una línea divisoria entre Qart Haddast (ciudad fundada por Asdrúbal, Cartago Nova para los romanos y actual Cartagena) y Sagunto, urbe que, según los cronistas, tenía una especie de acuerdo de protección con Roma.

Como sea que fuera la realidad, la ruptura de este tratado atacando Sagunto se convierte en un claro casus belli que desemboca en la Segunda Guerra Púnica (218-201 a.C.), a la que el autor le dedica otro apartado. Este conflicto termina con la conquista de la península y su integración bajo el paraguas del Imperio Romano. Las otras cuatro partes están dedicadas a cada uno de los más destacados protagonistas de la acción política y militar que tuvo lugar durante aquella contienda: Amílcar, Asdrúbal, Aníbal y Publio Cornelio Escipión “Africano”, personaje clave en la derrota cartaginesa en Zama.

Cada uno de los Barca presentan cualidades militares, políticas, estratégicas y heroicas que el autor no duda en aproximarlas a la virtus y a lo que denomina imitatio Alexandri, es decir, que el carácter de estos militares está impregnado de un cierto halo de semidivinidad, a la manera del gran Alejandro Magno. Siguen la línea helenística de los héroes que son más que reyes y que buscan la gloria en los campos de batalla.

A partir del capítulo 3 y a lo largo de todo el libro, Manuel Bendala va desmintiendo evidencias incrustadas en la tradición y presentando nuevos hallazgos e interpretaciones que, con datos en la mano, conceden un valor eminentemente científico a su investigación y lo aleja de la clásica leyenda o lectura subjetiva de los hechos.

Columnas, sillares, monedas, necrópolis, campamentos, estructura urbana, toponimias, orografía. El autor se vale de todos los elementos posibles para situar el qué, el cómo y el cuándo de los Barca en Hispania y, lo que es más importante: qué ha llegado a nosotros de todo ello.

Hay un término acuñado por Bendala y que podría representar en cierta medida un ítem que nos ayude a entender la importancia de estas investigaciones: el concepto de lo “neopúnico”, que podría asociarse con aspectos culturales de la comunidad hispanorromana. En el caso de Carmo, por ejemplo, se detectan costumbres púnicas en los hábitos y tipos de enterramiento hasta el siglo I d.C. Esto significa que más de tres siglos después de que los romanos se instalaran en Hispania, aún perduraban rasgos culturales de carácter púnico.

Hay por tanto una continuidad cultural, urbanística o simbólica y no todo lo “romano” es puramente latino, sino que arrastra elementos tanto fenicios como púnicos que crean una especie de mosaico y conforman lo que será la Hispania Romana (por ejemplo, el Capitolio de Baelo pone, de hecho, en duda su interpretación “romana”, ya que se podría hacer una lectura arquitectónica de sus tres templos que evidencian un carácter púnico). Como acabamos de ver, desde la arquitectura hasta los dioses, algunas tradiciones y cultos romanos en Hispania vienen de mucho más lejos y tienen un sustrato cartaginés que no ha sido evidenciado a menudo y que, en esta obra, el autor se encarga de sacarlo a la luz.

Estamos por tanto y, a modo de conclusión, ante una obra fundamental para conocer una cultura hasta ahora difuminada, sesgada y manipulada por la inmensidad de lo que llegó tras ella. No es fácil dejar rastro si quienes te expulsan mediante la conquista traen consigo el derecho, el urbanismo, las obras públicas o las redes hidráulicas. Bendala consigue, a base de una investigación en profundidad, ir sacando capas, una tras otra, hasta descubrir un nivel en el que se movió un pueblo, y más concretamente una familia, los Barca, que ayudaron a Roma a engrandecer su proyecto civilizador porque ya tenían una semilla plantada.

“Hijos del Rayo” puede abrumar en un principio por la gran cantidad de referencias y datos cruzados, pero, a la larga, se agradece la seriedad con que Manuel Bendala coteja y expone todo aquello que ha ido descubriendo a lo largo de sus años de investigación. Combina a la perfección un estilo ameno, pero sin perder el carácter académico que pretende dar a la obra. Sin embargo, no es un texto para cualquier lector: está destinado a estudiantes e investigadores ya que la terminología empleada requiere unos conocimientos previos sobre arqueología. Aquel que disfrute con la Historia Antigua y los comienzos de la Hispania “civilizada” tiene en esta obra un estupendo y científico documento.


Manuel Bendala Galán se formó en la Universidad de Sevilla en los años sesenta y setenta. Entre 1985 y 1989 fue director del departamento de Prehistoria y Arqueología de la facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de Madrid.
Fue decano de la Facultad entre 1992 y 1995, época en la que participó en la creación de la Biblioteca de Humanidades y fue nombrado director del Máster en Arqueología y Patrimonio, desde 2007 hasta su jubilación, en 2010.
Miembro del Instituto Arqueológico Alemán, desde 1978 y de la Academia Sevillana de Bellas Artes de Santa Isabel de Hungría, desde 1979; académico de la Real Academia de Doctores desde 2003; patrono del Museo Arqueológico Nacional y, entre 2000 y 2003, miembro de su Comisión Permanente; patrono de la Fundación Pastor de Estudios Clásicos; patrono de la Fundación de Estudios Romanos, Officier dans l’Ordre des Palmes Académiques por concesión del Ministère de l’Éducation Nationale de la Recherche et de la Technologie de la République Française y Doctor Honoris Causa por la Universidad de Huelva en 2014.
Ha publicado veintidós Tésis Doctorales.